lunes, 26 de enero de 2015

Un INTA dañado, lejos del productor (Nota 1)

Fuente: La Nación Campo
Autor: Ernesto F. Viglizzo (*)

A moneda constante, en los últimos 10 años el gobierno nacional incrementó en no menos del 150 % el presupuesto del INTA. Eso fue motivo de orgullo y jactancia para las autoridades nacionales. La cifra sumaría en la última década más de 1600 millones de dólares, cantidad que se justificaría de haber mediado
una revolución tecnológica de grandes dimensiones. Pero eso no ocurrió. Los grandes saltos tecnológicos del agro argentino entraron de la mano del sector
privado, nos guste o no. El INTA acompañó el proceso, pero no lo lideró.
¿Por qué el INTA perdió protagonismo tecnológico? Muchos no coincidirán con mi interpretación de los hechos, pero 27 años consecutivos de permanencia en el INTA me dan cierta ventaja a la hora opinar.
Tal vez por complicidad, complacencia u omisión, en esta última década el INTA se alineó a un gobierno empecinado en librar un pernicioso combate político e ideológico contra el sector más productivo de la economía argentina, el agropecuario. El enfrentamiento, estéril e innecesario, alejó al productor del INTA.
La usina de conocimientos está dañada. El núcleo duro de investigación y extensión ha cedido terreno a una estrategia comunicacional omnipresente que difunde más actos de funcionarios políticos que tecnología. Se han gastado millones para financiar un proyecto marketinero de vuelo corto. INTA Expone es el símbolo de ese “show business”, impecablemente organizado, que se replica a través del país y que convoca a contingentes variopintos de niños y jóvenes de escuelas y colegios, docentes, habitantes del peri-urbano, residentes urbanos, políticos en campaña, técnicos de la propia institución y militantes rentados. Pero hay un gran ausente… el productor rural. No participa porque lo que allí se ofrece no le sirve. Prefiere otras “expo” con mayor impacto tecnológico, productivo y comercial ¿Cómo justifican las autoridades esta ausencia? Con un argumento simplista: el “nuevo INTA privilegia a otros actores sociales de la Argentina y no al ruralismo tradicional”.
Este cambio de roles acarreó otras cosas: el número de empleados casi se triplicó desde el 2007. Una multitud de nuevos agentes se apretujan hoy en los edificios centrales y regionales, y saturan los canales burocráticos de la institución. Muchos de ellos son jóvenes que no están preparados para atender las consultas técnicas del sector. Otros son militantes rentados del modelo que ingresaron al INTA para “ocupar posiciones estratégicas destinada a formar los cuadros dirigenciales que delinearán las futuras políticas públicas para el sector rural ¿Capacitación técnica… o simple adoctrinamiento ideológico? Algo huele mal en este asunto.
¿Cómo se ha gestionado el INTA durante estos años? Designados siempre por el gobierno nacional, algunos presidentes y vices han pasado desapercibidos; pero otros encontraron allí un trampolín hacia aventuras políticas mayores (embajadas, congreso, ministerios, gobernaciones, intendencias). La dirección nacional, o gerencia general, es la otra parte de la historia. Después de un ciclo prometedor durante la primera etapa K que sentó las bases de una estrategia institucional abierta y bien estructurada, el sistema desbarrancó. Las cosas empeoraron y derivaron en un sistema autoritario que arbitrariamente canceló programas nacionales, ignoró concursos legítimos, debilitó la investigación, devaluó al complejo Castelar, y cerró vías internas de diálogo y debate antes abiertas. Se borró una estrategia y se la reemplazó con nada. La burocracia completó el cuadro y devoró el presupuesto: cientos de viajes y reuniones tan innecesarias como improductivas desmadraron el sistema. Los técnicos, que deberían cubrir la demanda tecnológica, gastan cientos de horas de trabajo discutiendo proyectos de ejecución incierta, llenando formularios o redactando
informes que nadie lee.
Pero no todo está perdido. Sobreviven en el INTA islotes de excelencia en investigación y transferencia tecnológica que pivotan alrededor de personalidades prestigiosas y sostienen el perfil tecnológico de la institución. Sobre esos cimientos se tendrá que reconstruir la institución, aspecto que trataremos en la segunda parte de esta nota.

(*) El autor fue técnico investigador del INTA