En el
imaginario argentino, la gauchada está instalada. En el “campo” como sector
económico y social tiene muy desarrollado el hábito de hacer y pedir favores.
Basta recorrer un poco la geografía nacional, adentrarse en los caminos chicos,
acercarse a la gente de campo para ver hasta qué punto es esto real. Pero hay
que convivir y trabajar en el campo para entender este grado de compromiso.
Un
chacarero, se va de de viaje y le llega un tractor a su campo que no arranca y
llama a su vecino para que se lo descargue, de tiro, tarea compleja y que puede
llevar tranquilamente unas horas. Otro, contratista es requerido por un vecino
para que le ayude a vaciar un acoplado a pala porque se rompió el cilindro
hidráulico. Ejemplos hay miles, cotidianos y frecuentes, de gente que se
enfrenta a problemas diversos en ambientes hostiles, sin los medios adecuados,
pero que con la ayuda de vecinos, amigos o simples transeúntes resuelven estas
situaciones. Existen muchas historias de gente de la ciudad, que se sorprende
al verse inmerso en una situación fuera de su zona habitual, en el campo, al romperse su auto o
empantanarse y nunca falta un “gaucho” deja todo lo que está haciendo para
echarle una mano.
No se trata
de simples colaboraciones como las del vecino que nos pide una tasa de azúcar,
son muchas veces tareas difíciles, tediosas, que insumen tiempo, esfuerzo y
muchas veces hasta peligrosas. Nada tienen que ver con el famoso “no te metás”.
Aquí se trata justamente de lo contrario: de meterse. De embarrarse, engrasarse
y transpirar. Dejar lo mío, que estoy haciendo y es importante para ayudar a
otro, porque es así. Porque sé que yo también necesito o puedo necesitar ayuda
y este u otro gaucho me va a tender una mano. Es un valor que no genera
productividad, más bien muchas veces la reduce, porque desenfoca, improvisa,
interrumpe. A veces al comedido hasta le salen mal las cosas y genera
complicaciones y daños con su improvisada acción. Nada de esto suele importar.
Este valor
argentino de la gauchada es fruto del trabajo difícil en medios duros, que
genera la convicción que hay que ayudar, porque también hay que pedir ayuda.
Porque no somos autosuficientes, somos limitados y necesitados también. Está en
nuestra naturaleza porque también somos improvisados. Es cierto también que valoramos
a los héroes más que a la organización. Este Valor no aumenta la productividad
pero seguro que genera calidad de vida. Esa calidad que la gente de la ciudad
muchas veces extraña.